UN CANTO A MI AMADA ZAMORA

     Después de tu hospitalidad y tierno agasajo en aquellos duros anos de hambre y miserias, es de justicia que mi única forma de expresión y mi forma de entender la vida como tú me ensinaste durante tantos anos, te haga llegar mi reconocimiento con este canto.

Soy consciente de mi formación académica, para saber, que criar algo tan hermoso como lo es un poema, con todas sus calidades técnicas y sentimentales que para el caso es exigido por la Real Academia de la Lengua Espanola, no es de mi saber.

Aún eso sabiendo, también soy consciente que mí espíritu está protegido por Apolo y las descendentes venas poéticas de mi bisabuelo José Alves dos Reis y de mí abuela Analia Alves dos Reis.

En aquellos annos, entre 1820 y 1887, mi bisabuelo era reconocido como poeta, cantador y excéntrico humorista na sua terra y arrededores. Su capacidad para crear los versos con rima con suma facilidad, lo hicieron conocido por todos los pueblos del norte del país (Portugal), en desgarradas con sus contricantes, de las cuales siempre salía victorioso.

Pero mi bisabuelo no tenía formación alguna. Porque ignoraba la ciencia de la poesía, no pasó de un vulgar trovador. Un trovador de excepcionales calidades, que solamente su pueblo (siempre el mítico pueblo) con su misma formación, tanto admiraba y alababa.

A un servidor le pasa lo mismo. Crio versos con rima con suma facilidad, pero me falta el conocimiento didáctico exigible para ser digno de la atención del leitor menos exigente en ésta época del modernismo.

Porque lo que escribo lo dicta mi alma e lo subscribe mi corazón, aquí os dejo este mi canto, para que aviveis con él el amor por ésta vuestra terra, para que expandáis por todos los rincones del mundo con orgullo e nobleza vuestro sentimiento zamorano, para que gritéis con júbilo, templanza y humildad el nombre de vuestra amada ciudad.

Si grande fue Roma y lo es Madrid, Zamora nuestra ciudad fue, es y será eternamente mayor, por su nobleza, por su história, por su belleza y por su fidelidad a la doctrina de Cristo.

A esta terra de buenos cristianos, de poetas, pintores y escultores, santos y reyes, Infantas, caballeros, hidalgos y plebeyos, hay que entronizarla entre las tierras más leales en la fe y la resignación.

Que lo tengan en cuenta los políticos, a la hora de compensar sacrifícios y vejaciones de un pueblo olvidado en los confines de la pletórica Espana actual.

 Mário Alberto Moreira Gonçalves